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Intimidad de un final sorpresivo

Ramón Díaz tenía la idea en su cabeza desde hacía un tiempo. Muy pocos lo sabían. Se sintió maltratado por los dirigentes en todo el semestre, pero hay quienes creen que tiene todo arreglado con un club del exterior.


 En La Rural, día de fiesta, pocas horas después de haber dado la vuelta olímpica en el Monumental, en plena cena de los campeones, mientras las cámaras se posaban en el smoking rojo de Fernando Cavenaghi y en el moño de Carlos Carbonero, alguien pidió que Ramón Díaz no fuera uno de los oradores de la noche. Hablaron todos salvo él. Mariano Iúdica, conductor de aquel show, no lo convocó. Él se enteró: contó una y se acordó del día que supo que la nueva dirigencia prefería a Marcelo Gallardo y a Ricardo Gareca, contó dos y se acordó de cómo en la pretemporada le pidieron que cambiara el perfil, contó tres y se acordó de cuando el presidente le dijo a uno de sus asesores que rectificaba los dichos sobre Los Borrachos del Tablón o se iba, contó cuatro y se acordó de Enzo Francescoli contando por el club por qué no lo quería, contó cinco, contó seis y, avisándole a su círculo más íntimo –incluido a su hijo Emiliano, que lo acompañó al club–, entró ayer a las 14:20 a la oficina de Presidencia para avisarle a Rodolfo D’Onofrio, en términos y con una voz sin confusiones, que los objetivos estaban cumplidos y que ya no seguiría siendo el técnico.

Cinco minutos duraron las palabras de Ramón Díaz. Francescoli no dijo absolutamente nada y hubo una última pregunta:

–¿No hay nada para hacer? –preguntó D’Onofrio.
–No –respondió el entrenador.

 La planilla del estacionamiento que pertenece al estadio Monumental dice que a las 15:02 Ramón Díaz saludó por última vez al portero del garaje de River que da a la Avenida Udaondo. No dijo nada más. “Nos trataron muy mal todo el semestre”, fue la respuesta por mensaje de texto de un miembro del cuerpo técnico un minuto después de que explotara la bomba. Algunos ayudantes del entrenador lo sabían desde el lunes. Otros, directamente se enteraron recién ayer por la mañana. Los que no lo sabían eran los dirigentes. Ni lo sospechaban.

 Jorge Brito, vicepresidente del club, y Andrés Ballota, tesorero, por la mañana, mientras Ramón Díaz se iba a su casa después de entrenar, dieron una conferencia de prensa sobre la situación económica actual (ver página 7). Cuando terminaron, se preguntaron si el técnico habría escuchado la charla por la radio, sobre todo, para que supiera antes de entrar a la reunión que el club no tenía demasiado dinero para gastar en refuerzos para el plantel que afrontará la próxima temporada.

 “A los dirigentes les recomiendo que sepan que la gente va a querer que el equipo siga ganando. River es así”, dijo la semana pasada el ahora ex entrenador en una entrevista. Al día siguiente, se enojó porque un diario había puesto que con esa frase había “desafiado” a la dirigencia. Parecía una señal de que todo estaba tranquilo porque no quería problemas con los dirigentes. 
De hecho, algunos miembros del cuerpo técnico decían que hace un mes esperaban este final, pero que la felicidad de los últimos días podía cambiar el destino. Como que el título obtenido, más el triunfo en San Luis frente a San Lorenzo podrían haber servido de piso para que Ramón Díaz considerara seguir más allá de las diferencias.

 El lunes, en una radio, cuando le preguntaron a Emiliano Díaz si su papá podía renunciar al cargo de entrenador, el hijo y ayudante de campo respondió: “Está en su casa”. Los que lo conocen piensan que él ya sabía lo que iba a pasar. Antes de que arrancara el entrenamiento matutino de ayer, Ramón Díaz se lo comunicó al cuerpo técnico y algunos miembros del plantel. Los jugadores más grandes admitieron por la tarde que lo sabían, los más pibes se enteraron por la televisión y por las redes sociales. Las suspicacias, en el medio, aparecían: que era por plata, que había ofertas de Europa. “No se va a ir así si no tiene algo asegurado”, dijeron por lo bajo fuentes cercanas a la Comisión Directiva. “Es por incomodidad. Se van a decir muchas boludeces, pero es tan simple que nadie lo va a poder entender. Está cansado”, admitió alguien del entorno de Ramón Díaz.

 Cuando el estadio y sus alrededores comenzaron a quedar en penumbras, exactamente a las 18:10, D’Onofrio se subió a un auto rumbo a la sede de la UBA de la Universidad de Economía donde daría una charla. Una hincha se acercó y le dijo: “Frente a Ramón tenés que arrodillarte”. Parecía una muestra exagerada, igual la cara del presidente lo decía todo. No esperaban esta renuncia, pero, aún así, eso no generó ninguna desesperación. A Ramón Díaz, nunca lo quisieron del todo.


Por Ezequiel Scher

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