Ramón y Román, entre risas y chicanas

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Dos de los máximos ídolos de las dos instituciones rivales demostraron afecto mutuo a lo largo de todo el superclásico. Por un lado, Ramón Díaz, el técnico más granador de la historia del Millonario. Por el otro, Juan Román Riquelme, capitán y, para muchos, mayor ídolo del xeneize.
Uno tiene el escudo de la Banda en un costado del saco. El otro tiene la cinta de capitán negra bordada con un "10 ROMAN". Ambos alcanzaron la gloria, tanto nacional como internacional. Ambos vivieron muchos superclásicos; ambos ganaron, ambos perdieron. Estan en la vereda de en frente, pero saben convivir: Ramón Díaz y Juan Román Riquelme, como alguna que otra vez, jugaron un clásico personal, sólo entre ellos dos, de ida y vuelta. Los dos saben de esto, y saben jugarlo tanto dentro como fuera de la cancha. Se divirtieron y divirtieron a las cámaras, descomprimiendo un poco la tensión natural de los superclásicos. Quizás, fue sólo un show para la cámara. Quizás, de verdad se tienen mutuo aprecio. Quizás, simplemente, se dio así.
El duelo empezó minutos antes del arranque del partido, cuando Riquelme se acercó al banco visitante para saludar a Ramón que lo recibió con un abrazo y, entre risas, se murmuraron algunas picardías que sólo ellos dos retienen. Quizás el 10 del eterno rival le recordaba a Ramón que de sus enfrentamientos contra River ganó la mayoría. Quizás Ramón le contestaba que él, como entrenador y jugador, había ganando aún más veces. Quizás solamente hablaron de la lluvia.
En el primer tiempo, ya con el partido iniciado, se concentraron en sus respectivos equipos. Sin embargo, en el segundo tiempo, el "Pica Pica" se reanudaría. River abrió el marcador y Ramón lo festejó de forma mesurada. Distinto fue cuando Róman Riquelme, después de su exquisito tiro libre, igualó el marcador y gritó su gol de cara a su gente. Luego del festejo, se acercó a Ramón y, con gestos, se pudo entender que le dijo "acá no, en esta cancha no", en referencia a la década invicta de Boca en superclásicos de local. El técnico riverplatense, lejos de enfadarse, le respondió con una leve sonrisa. Quizás, pensando en que ese no era el día del tan esperado "Bombonerazo" e ironizó su frustración. Quizás, vaticinando que, en realidad, Riquelme se había apurado en festejar el empate y el que reiría último, reiría mejor. Quizás, sólo le causó gracia.
Finalmente, y en contra de lo que dicta la historia reciente, el sueño millonario se volvió realidad: River convirtió el segundo gol a los 86' y se trajo una victoria de La Boca que quedará en la historia. Jolgorio en los 20 de la Banda que pudieron contra los 30.000 de la ribera. Mientras su equipo festejaba cantando y saltando en el medio de la cancha, Ramón se acercó a Juan Román para estrecharle la mano. Quizás, lo felicitó por su gol y su buen desempeño mientras estuvo en la cancha. Quizás, fue su manera de decirle "aca sí, yo puedo ganar en esta cancha". Quizás, siempre lo hace y nadie se daba cuenta.
En las declaraciones post-partido de uno y del otro, ninguno entró en polémica. Ramón dejó ver un poco de su vieja personalidad picante opinando que mejor no se puede ganar, pero elogió al 10 de Boca: "Tiene para jugar un montón. Es un jugador que te puede resolver de esa manera", haciendo referencia a que no cree que sea su último superclásico y al gol que le convirtió a River. Román, por su parte, no buscó excusas: "No podemos culpar sólo al árbitro. Ellos hicieron más goles que nosotros. Al fútbol se juega marcando goles y ellos hicieron uno más". Además, pidió disculpas a sus hinchas por no haber podido darles una alegría.
El clásico "mano a mano" de R.R. y R.D. se disfrutó entre flashes y chicanas y queda un poco de curiosidad por saber exactamente qué cruzó por la cabeza de cada uno a lo largo del mismo, pero lo que es seguro es que aportó un poco más de color al clásico. Folklore, pero del sano. Si hay buena onda entre dos de los máximos representantes de cada uno, ¿Por qué no pensar que se puede disfrutar con ambas hinchadas y sin violencia? Quizás (y ojalá) este sea el último superclásico que debamos ver los visitantes sólo por televisión.
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foto: Télam |
Uno tiene el escudo de la Banda en un costado del saco. El otro tiene la cinta de capitán negra bordada con un "10 ROMAN". Ambos alcanzaron la gloria, tanto nacional como internacional. Ambos vivieron muchos superclásicos; ambos ganaron, ambos perdieron. Estan en la vereda de en frente, pero saben convivir: Ramón Díaz y Juan Román Riquelme, como alguna que otra vez, jugaron un clásico personal, sólo entre ellos dos, de ida y vuelta. Los dos saben de esto, y saben jugarlo tanto dentro como fuera de la cancha. Se divirtieron y divirtieron a las cámaras, descomprimiendo un poco la tensión natural de los superclásicos. Quizás, fue sólo un show para la cámara. Quizás, de verdad se tienen mutuo aprecio. Quizás, simplemente, se dio así.
El duelo empezó minutos antes del arranque del partido, cuando Riquelme se acercó al banco visitante para saludar a Ramón que lo recibió con un abrazo y, entre risas, se murmuraron algunas picardías que sólo ellos dos retienen. Quizás el 10 del eterno rival le recordaba a Ramón que de sus enfrentamientos contra River ganó la mayoría. Quizás Ramón le contestaba que él, como entrenador y jugador, había ganando aún más veces. Quizás solamente hablaron de la lluvia.
En el primer tiempo, ya con el partido iniciado, se concentraron en sus respectivos equipos. Sin embargo, en el segundo tiempo, el "Pica Pica" se reanudaría. River abrió el marcador y Ramón lo festejó de forma mesurada. Distinto fue cuando Róman Riquelme, después de su exquisito tiro libre, igualó el marcador y gritó su gol de cara a su gente. Luego del festejo, se acercó a Ramón y, con gestos, se pudo entender que le dijo "acá no, en esta cancha no", en referencia a la década invicta de Boca en superclásicos de local. El técnico riverplatense, lejos de enfadarse, le respondió con una leve sonrisa. Quizás, pensando en que ese no era el día del tan esperado "Bombonerazo" e ironizó su frustración. Quizás, vaticinando que, en realidad, Riquelme se había apurado en festejar el empate y el que reiría último, reiría mejor. Quizás, sólo le causó gracia.
Finalmente, y en contra de lo que dicta la historia reciente, el sueño millonario se volvió realidad: River convirtió el segundo gol a los 86' y se trajo una victoria de La Boca que quedará en la historia. Jolgorio en los 20 de la Banda que pudieron contra los 30.000 de la ribera. Mientras su equipo festejaba cantando y saltando en el medio de la cancha, Ramón se acercó a Juan Román para estrecharle la mano. Quizás, lo felicitó por su gol y su buen desempeño mientras estuvo en la cancha. Quizás, fue su manera de decirle "aca sí, yo puedo ganar en esta cancha". Quizás, siempre lo hace y nadie se daba cuenta.
En las declaraciones post-partido de uno y del otro, ninguno entró en polémica. Ramón dejó ver un poco de su vieja personalidad picante opinando que mejor no se puede ganar, pero elogió al 10 de Boca: "Tiene para jugar un montón. Es un jugador que te puede resolver de esa manera", haciendo referencia a que no cree que sea su último superclásico y al gol que le convirtió a River. Román, por su parte, no buscó excusas: "No podemos culpar sólo al árbitro. Ellos hicieron más goles que nosotros. Al fútbol se juega marcando goles y ellos hicieron uno más". Además, pidió disculpas a sus hinchas por no haber podido darles una alegría.
El clásico "mano a mano" de R.R. y R.D. se disfrutó entre flashes y chicanas y queda un poco de curiosidad por saber exactamente qué cruzó por la cabeza de cada uno a lo largo del mismo, pero lo que es seguro es que aportó un poco más de color al clásico. Folklore, pero del sano. Si hay buena onda entre dos de los máximos representantes de cada uno, ¿Por qué no pensar que se puede disfrutar con ambas hinchadas y sin violencia? Quizás (y ojalá) este sea el último superclásico que debamos ver los visitantes sólo por televisión.