La fiesta después de la tormenta
Mil cosas por segundo. No, dos mil cosas por segundo. Entre ellas, esa seguridad de que falta el último paso, el último esfuerzo, la última pincelada, la última canción. También ese glotón sentimiento de que en cuestión de horas te vas a inmolar en alegría. Y, por qué no, la hermosa idea de que va a quedarte adherido a la memoria ese momento de gritos apasionados y feroces lágrimas de felicidad, y te va a acompañar por el resto de tu vida.
Se arrastran los relojes. El tiempo parece desganado, sin intención de apurarse. Poco a poco, se consume la arena. La locomotora que hay en la cabeza no para de traquetear, cada vez más rápido, y empiezan a aflojarse los tornillos de la tranquilidad. En cualquier momento, la mente se va a desbordar. Es inminente. Pensé que pasaron tantas cosas desde la última vez que me pasó esto... Ya casi que no lo recuerdo. De la nada, traté de restarle importancia, sin éxito, a lo que podía pasar este domingo. Más todavía a lo que podía no pasar este domingo. Nada. Y de repente, los fantasmas. Esos fantasmas de mierda, y la re puta que los parió. ¿Qué pasa si el destino nos tiene preparada una trampa, una sorpresa de horror? ¿Qué pasa si al de arriba se le ocurre jugarnos una mala pasada? ¿Qué pasaría si el sueño se transforma en otra macabra pesadilla? ¿Qué pasaría si esta noche nos rompen el corazón? La mente se desbordó. Y no, dejá de pensar estupideces, mirá si no vamos a ganar. Que tenemos todo a nuestro favor, que ya pasaron las más difíciles, nos queda la última parada, dejate de joder. Pero que cómo no voy a pensar eso, che, si mirá por las que ya pasamos. Tantas cosas que creíamos imposibles se materializaron una, y otra, y otra vez; si el dolor fuera fútbol, seríamos hexacampeones invictos.
Sigue el tic-tac de las agujas. Ya no puedo aguantar más, me voy a morir de espera. Juega River Plate, en el Liberti, y si gana somos campeones. Esta noche puedo balbucear "River campeón", de pensarlo se me pone la piel de plumífero. ¿Por qué se hizo esperar tanto esto? La puta madre, somos el más grande del país, no entiendo, cómo puede ser; por millonésima vez, te pregunto River, qué te hicieron. Pero no importa. Hoy si ganamos salimos campeones. Pero... Esperá. ¿Si no ganamos? No creo que pueda soportar el dolor. Llegar punteros a la última fecha y que se nos escape de las manos... No, te juro, me juro que no podría. Pero no creo. Pero puede ser. Pero que llegue ese partido de una vez.
Minutos para el partido. Todo mi metabolismo está inestable, en cualquier momento colapsa. Lo único que quiero es ver a River campeón. Veo al Monumental que en cualquier momento explota por los cielos. Podría jurar que oigo latir cada uno de los corazones de los hinchas, que entre todos le forjan un pulso al estadio. El Monumental ahora tiene un corazón. Llegó el momento. Empezó el partido, empezó la final. Fluye el fútbol. Decanta el amor de la gente, desde el cemento al pasto. Amadeo, el Beto, el Enzo, el Burrito y doscientos más que ya ganaron sus finales respirando desde afuera hacia adentro. Ramón, agazapado, analizando. Todos los próceres de rojo y blanco de ayer se tumban, desde el cielo a la cancha. Se me ocurre Bernabé Ferreyra. Se me ocurre Sívori. Se me ocurre Angelito, rodeado por los otros 4 maquinistas, arengando, gritando "¡Transpiren esa camiseta! ¡¿Dónde se piensan que juegan ustedes, viejo?!". Y lo veo venir. Lo vemos venir. Y llegó. Gol. Gol del capitán. Fuego en las venas. Vamos que acá está, nada puede salir mal. No me importan los otros partidos, me importa uno solo. No se desesperen, no se impacienten, vamos que con este resultado somos campeones. Ni se les ocurra tirarse atrás, ni piensen en largar la pelota... Busquen, sigan buscando, sáquenme todas las dudas. Se puede. Ahí está. Gol. Gol de Gabriel. Ya casi. Ya lo tenemos, por el amor de Labruna, ya estamos ahí nomás. ¿Cuánto falta? 70 minutos, la concha de la lora, no puedo más. Un gol más y me quedo tranquilo, uno más pido. Se puede, los estamos pasando por arriba, no aflojen. Un gol más y abrochamos el título. ¿Y los fantasmas? Que se vayan a cagar.
Mitad. Falta una mitad y llegamos. Espero que no hayan largado el acelerador porque viste como es el fútbol. Se empiezan a amontonar todos los sentimientos en la garganta. Ya está, esto no es un sueño, esto es realidad, River a media hora de ser campeón. No creo que nos vengan a hacer dos goles, pero liquídenlo, por las dudas, por favor. Por favor. Por favor. Por favor... Rojas... Cavenaghi... Lobo... Lobo... Arco...
Gol.
Solo veo destellos, me siento mareado, solo oigo ruidos lineales; estoy en una nube de pasión y psicodelia millonaria. Explosión orgásmica, emborrachado de Lobo. Quiebre completo. Gracias por tanto, Ledesma. Te estabas guardando el gol del campeonato. No me había dado cuenta, pero ya se me caen las lágrimas. Seguro a Cristian también... Si, mirá, está llorando. Y sus lágrimas son las lágrimas de todos. Si no te emocionó el gol del Lobo Ledesma, no sos hincha de River. No puedo frenar las lágrimas. Gracias Lobo. Porque esto es lo que estaba pidiendo: Partido liquidado, campeonato asegurado. Qué golazo, madre mía. Ni jueguen lo que queda de partido, no me estiren más las ganas de festejar, por favor. Pará, que a Cavenaghi le quedan un par de cartuchos. Segundo gol de él, cuarto de River. 100 goles menos uno. Fiesta de todos lados. Mirá lo que es eso, hermano. Mirá ese Monumental. Tanta felicidad debería ser ilegal. Cuenta regresiva, ya termina. Gol de Teo. La frutilla del postre, a la colombiana. Qué hermosa manera de consagrarse. Ramón, no me hagas esto, nunca en mi vida te había visto llorar... Ahora estoy llorando más fuerte todavía. Mi mente no consiguió paz, pero ahora está desbordada de jolgorio. ¿Menseguez? ¿Ferreyra? Qué me importa.
Transcurren los segundos y en mi cabeza transcurren los recuerdos. Tantas cosas sufrí. Tantas cosas sufrimos. Tantas alegrías les dimos a los demás. Tantos infiernos atravesamos. Pero le ganamos 2 a 1 a Boca sobre la hora con goles de Lanzini y Funes Mori y a pesar del golazo de su dios. Pero Villalva se puso el equipo al hombro y liquidó a Lanús. Pero el trío Balanta-Carbonero-Gutiérrez se comió la cancha en momentos claves. Pero Barovero cazó casi todo lo que le tiraron. Pero Maidana fue una muralla. Pero Chichizola le tapó un penal a Racing sobre la hora. Pero Ledesma clavó su estandarte en la mitad de la cancha. Pero Ponzio... ¿Se acuerdan de Ponzio? Le hizo el gol a Gimnasia, sí, al mismo equipo que peleó el torneo con nosotros. Pero pasaron tantas otras cosas que podría estar párrafos y párrafos enumerándolas y no tiene sentido porque ya habrá tiempo para releerlas. Porque Ramón dejó escapar su llanto pero no dejó escapar el Torneo Final 2014. Terminó el partido. Me desvanecí por unos segundos en un torbellino de gloria. Tardé bastante en caer en cuenta de que esto ya es realidad: River es campeón. Después de 6 años horribles, River es campeón.
¿Qué más importa? Miren la alegría en las caras de los hinchas e imagínense la bronca en las caras de los otros. El país es rojo y blanco, nunca debió dejar de serlo. No sé bien qué estoy escribiendo, ni por qué. Creo que mi intención es redactar una página de mi memoria. Porque de este día me voy a querer acordar. El club de mis amores, después de tantas desilusiones, después de bancarme el peor momento de su historia, volvió a la cima. Por eso esto vale tanto. El 35 no es uno más, es uno de los que más hayamos necesitado en la historia, comparable con el título del '75. Y es nuestro. Todo nuestro, todo millonario. Gracias River Plate, Millonario, la Banda, el Más Grande, lejos.
Copa Raúl Alfonsín, bienvenida a Núñez.




