Lágrimas de redención

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Fueron miles de llantos, seguramente, los que se consumaron ayer en el Monumental. Las cámaras captaron a algunos, pero no en las tribunas, sino en la cancha. Y no es para menos. Luego de muchos años de hambre y tristeza, River volvió a la cima. Ganar, gustar, golear y campeonar. Este equipo supo sacar chapa de candidato cuando más lo necesitaba y supo coronar el torneo con una goleada, y esas lágrimas son la prueba irrefutable de que el equipo de Ramón tenía sed de gloria.
Ramón, Emiliano, Ledesma, Carbonero, y quién sabe cuántos más habrán derramado lágrimas el día de ayer, tanto del alambrado para adentro como para afuera. Fueron, por fin, lágrimas de alegría y no de desahogo o tristeza. Fueron las ganas de volver a poner a River donde debería estar siempre.
Basta con tomar en cuenta que aún ganando 2 a 0 ya en el segundo tiempo y con los equipos de La Plata no pudiendo ganar sus respectivos partidos, muchos de nosotros todavía no nos animábamos a decir la palabra "campeón". Es que muchos no caían en que falte tan poco, y otros no querían apurarse. Por eso, el momento cumbre de la tarde-noche llegó recién en el tercer gol de River.
El Lobo Ledesma se disfrazó de Bernabé Ferreyra y sacó un bombazo de 20 o 30 metros que bien podrían ser 100, porque la trayectoria de la pelota fue marcándose lentamente en el aire y retuvo la respiración de todo un país. El remate se coló en el ángulo izquierdo del arquero y significó cientos de cosas, pero la más importante fue que River ya era campeón. El Lobo Ledesma, siempre haciendo el trabajo sucio, siempre metiendo, siempre tratando de pulir un poco la pelota, que para muchos ya estaba retirado hace 2 años, hizo su primer gol en River de esta manera excepcional, y ese gol se suma al gol de Funes Mori, al penal de Chichizola, al sombrerito del Keko Villalva y tantos otros momentos memorables de este torneo de los cuales nadie se va a poder -ni querer- despegar.
La cara de emoción pura de Cristian Ledesma, antes de ser tapado por una avalancha de jugadores de River abrazándolo, demostró que todas las dudas quedaron despejadas en ese "morterazo". El volante lloró a la par de miles de hinchas. Minutos después, Emiliano Díaz tampoco pudo retener más su emoción y quebró en lágrimas en el banco de suplentes. Pero la imagen de la noche llegó pocos minutos después: Empujado por las lágrimas de su hijo, Ramón Díaz también se quebró y mostró por primera vez en su vida ante las cámaras cómo son las lágrimas de Ramón Díaz. El ídolo, el más ganador, el siempre picante, el eterno, el gigante Ramón Díaz también es humano, y siente, sufre, llora y ríe como todos. Inclusive, después del partido, se vio a Carbonero rompiendo en llanto también, demostrando que sí quiere a River y sí le gusta jugar acá, al contrario de lo que muchos pensaban luego de su primer semestre en el club.
Es que River necesitaba este campeonato. Ramón necesitaba este campeonato. El equipo necesitaba este campeonato. La gente necesitaba este campeonato. "Este título me agarra sobre el final de mi carrera, yo vivo el día a día y por eso lo disfruto tanto" dijo Ledesma. "Este título es el resultado de un año y medio de trabajo y sacrificio" dijo Ramón. "A los hinchas de River los llevo en el corazón" dijo Carbonero. "Estoy orgulloso de ser el capitán de River" dijo Cavenaghi. El campeonato significó la refundación, el renacer definitivo, la vuelta a la Libertadores, seguir aumentando nuestra diferencia con el resto, volver a ser River Plate después de 6 años de ser un River mentiroso, apagado, triste.
Los goles, las lágrimas, los festejos. El domingo ya forma parte de la gloriosa historia riverplatense.
Ramón, Emiliano, Ledesma, Carbonero, y quién sabe cuántos más habrán derramado lágrimas el día de ayer, tanto del alambrado para adentro como para afuera. Fueron, por fin, lágrimas de alegría y no de desahogo o tristeza. Fueron las ganas de volver a poner a River donde debería estar siempre.
Basta con tomar en cuenta que aún ganando 2 a 0 ya en el segundo tiempo y con los equipos de La Plata no pudiendo ganar sus respectivos partidos, muchos de nosotros todavía no nos animábamos a decir la palabra "campeón". Es que muchos no caían en que falte tan poco, y otros no querían apurarse. Por eso, el momento cumbre de la tarde-noche llegó recién en el tercer gol de River.
El Lobo Ledesma se disfrazó de Bernabé Ferreyra y sacó un bombazo de 20 o 30 metros que bien podrían ser 100, porque la trayectoria de la pelota fue marcándose lentamente en el aire y retuvo la respiración de todo un país. El remate se coló en el ángulo izquierdo del arquero y significó cientos de cosas, pero la más importante fue que River ya era campeón. El Lobo Ledesma, siempre haciendo el trabajo sucio, siempre metiendo, siempre tratando de pulir un poco la pelota, que para muchos ya estaba retirado hace 2 años, hizo su primer gol en River de esta manera excepcional, y ese gol se suma al gol de Funes Mori, al penal de Chichizola, al sombrerito del Keko Villalva y tantos otros momentos memorables de este torneo de los cuales nadie se va a poder -ni querer- despegar.
La cara de emoción pura de Cristian Ledesma, antes de ser tapado por una avalancha de jugadores de River abrazándolo, demostró que todas las dudas quedaron despejadas en ese "morterazo". El volante lloró a la par de miles de hinchas. Minutos después, Emiliano Díaz tampoco pudo retener más su emoción y quebró en lágrimas en el banco de suplentes. Pero la imagen de la noche llegó pocos minutos después: Empujado por las lágrimas de su hijo, Ramón Díaz también se quebró y mostró por primera vez en su vida ante las cámaras cómo son las lágrimas de Ramón Díaz. El ídolo, el más ganador, el siempre picante, el eterno, el gigante Ramón Díaz también es humano, y siente, sufre, llora y ríe como todos. Inclusive, después del partido, se vio a Carbonero rompiendo en llanto también, demostrando que sí quiere a River y sí le gusta jugar acá, al contrario de lo que muchos pensaban luego de su primer semestre en el club.
Es que River necesitaba este campeonato. Ramón necesitaba este campeonato. El equipo necesitaba este campeonato. La gente necesitaba este campeonato. "Este título me agarra sobre el final de mi carrera, yo vivo el día a día y por eso lo disfruto tanto" dijo Ledesma. "Este título es el resultado de un año y medio de trabajo y sacrificio" dijo Ramón. "A los hinchas de River los llevo en el corazón" dijo Carbonero. "Estoy orgulloso de ser el capitán de River" dijo Cavenaghi. El campeonato significó la refundación, el renacer definitivo, la vuelta a la Libertadores, seguir aumentando nuestra diferencia con el resto, volver a ser River Plate después de 6 años de ser un River mentiroso, apagado, triste.
Los goles, las lágrimas, los festejos. El domingo ya forma parte de la gloriosa historia riverplatense.