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¡Al fin!

Resumen

 Al fin. Creo que no hay otras dos palabras que lo describan mejor. No fueron 11, mucho menos 18, fueron 17 millones de hinchas que enarbolaron las banderas al ritmo de "¡Dale Campeón!"
 Ni bien arribé a Avenida Libertador, ya pude sentir el cambio. En los últimos 6 años, y más precisamente en la B, esas caminatas inolvidables no eran las mismas. Las cabezas gachas, las caras tristes, palabras que intentaban unificar un sentimiento, el sentimiento de que River, nuestro River, estaba en llamas. En la cancha era alentar siempre, dejando la garganta, pero con algo de furia, como si ese grito enérgico no fuera más que una queja, el único modo de sacar todo ese sufrimiento.
 Ayer todo fue diferente. En las calles ya se sentía ese aroma a partido importante. Pero no un partido por ascenso o descenso: Un partido para salir campeón. Como siempre, como tiene que ser, como bien demanda la historia.
 Caras felices, bromas entre los hinchas, palabras de aliento como si fuéramos conocidos, como si hubiéramos olvidado todo lo anterior.
 El ambiente fue distinto. La gente denotaba seguridad. Como si el partido ya se hubiese jugado. En la fila se cantaba por el campeonato, esperamos media hora pero nada podía apaciguar tamaña felicidad. Esas caminatas, esas caminatas con el Monumental en el horizonte y agigantado, palmeadas, abrazos, risas, con una confianza ciega. Entrando al estadio, subiendo las escaleras, compartiendo una coca, disfrutando de nuestra casa. Era notable la diferencia. ¡Sonreíamos! Sonreíamos como resurgiendo, como asegurando que los malos tiempos pasaron y que a partir de ese día ya no serán más que triunfos. Y después ya adentro, el paisaje de siempre. Aunque las distancias imposibilitaran ver las caras ajenas, uno podía de algún modo saber que del otro lado también estaban igual. Ya nada importaba. No había que perder, porque llorar, pensar en el resultado de este o del otro, solo importaba River porque así siempre fue.
 La espera. Esa eterna espera hasta que el arbitro pite el comienzo. Esa eterna espera que ayer no fue tensa, no estuvo cargada de deducciones, de quizás, de tal vez si, de si le ganamos a tal por ahí, no, la de ayer fue una espera hermosa, porque todo el pueblo riverplatense, desde jugadores, dirigentes, hinchas y más sabían lo que tenían que hacer, y es más: Sabían que lo iban a hacer.

 Después el 5 a 0, ni un poco de sufrimiento, como mal nos tiene (¿o tenía?) acostumbrado River. Todo fiesta, todo carnaval. Las viejas canciones (¡Cuide señor su gallinero!) los sabios del fútbol y de River volviendo a gritar campeón. El Dale campeón que irreductiblemente salía con una sonrisa. Uno no se daba ni cuenta, pero, rememoren y se van a acordar: mientras gritaban dale campeón, sonreían sin querer hacerlo.
Que Cave esta gordo, que Teo es difícil, que los amigos de Ramón y Emiliano, todo eso quedó sin vida. Desde el primero hasta el último fueron importantes. Desde la nueva dirigencia, volviendo a llamar a los ídolos, que a pesar de sus discrepancias supieron, al contrario de otros, poner a River en primer lugar. Los jugadores que se bancaron no jugar, y sin embargo apoyaron siempre. Solidaridad. Creo que esa es la palabra. River fue un equipo, un grupo, River fue más que solo River, River fue unión. Falta mucho. Esto recién empieza. River vuelve, parece que River no se fue nunca, parece que ¡RIVER VUELVE A SER RIVER, CARAJO!

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